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Mostrando entradas de marzo 26, 2017

La presencia de la montaña

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El Illimani se está -es algo que no se mira. En el Illimani, el cielo es lo que se mira; el espacio de la montaña. No la montaña. En el cielo de la montaña, por la tarde, se acumula el crepúsculo; por la noche, se cierne la Cruz del Sur. Ya el morador de las alturas lo sabe; no es la montaña lo que se mira. Es la presencia de la montaña. (Jaime Sáenz, Presencia de la montaña) La Paz es el Illimani. Los paceños alteños somos el Illimani. Y eso no es poca cosa. Sin el Illimani los paceños andaríamos –si acaso pudiésemos- vaciados de alma; seríamos almas en pena. Andaríamos –si acaso pudiésemos- huérfanos de identidad; seríamos nadies. No puedo siquiera imaginar La Paz sin el Illimani. Es inimaginable pero tristemente posible como novela apocalíptica de un futuro no muy lejano. Imagino por ejemplo –apesadumbrada- contar a mis nietos sobre la hermosura de esa montaña imponente allá a lo lejos, que alguna vez fue el fastuoso nevado Illimani, como me hablaban a mí del Ch

¿Dónde está la wawa?

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Medio día en Cochabamba, varias mujeres en círculo mueven el cuerpo, bailan, gozan cantando: Lero, lero, lero, ¡zas! Zapata, ¡zas! Zapata, ¿dónde está la plataaaa? Lero, lero, lero, ¡zas! Zapata, ¡zas! Zapata, ¿dónde está la wawaaaa? Son maestras de escuelas urbanas y se manifiestan así en alguna protesta cualquiera haya sido el motivo. Porque el motivo era y es, sobre todo, el malestar latente por un asunto demasiado importante que ha quedado pendiente como pepa atorada en la garganta del país. Un asunto grave, denunciado por estas mujeres al modo de la sátira, con canto que atenúa al mismo tiempo que prueba cuán conscientes estamos de que ese asunto no está enterrado como desearía el gobierno. Está vivo y espera respuesta: ¿Dónde está la plata?, ¿dónde está la wawa? No, no te canses. No es volver con la misma cantaleta de un tema anacrónico, no. Eso es justamente lo que el gobierno quiere que pienses. Que esta es, fue, una telenovela; que este es, fue, un asunto menor, ya superad

Los huesos de la manada

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Los vacíos mentales son cosa seria. Los vacíos afectivos mucho más. Si unos te paralizan, los otros te dejan el alma coja. No se puede seguir sino cojeando mientras no tengas el esqueleto de la memoria afectiva más o menos completo. Porque los seres humanos estamos hechos de memorias, de relatos que nos cuentan y al contarnos nos construyen y nos completan, nos recuerdan quiénes somos, desde dónde lejos venimos, qué hicieron los nuestros, por qué, qué soñamos, hacia dónde vamos. En ese andar, de pronto, alguien nos robó retazos de nuestra historia, de nuestra memoria, y no nos quiere devolver. Así, la cojera se mantiene, no cura y duele. Es necesario recuperar las piezas de nuestro relato colectivo. Argentina lo hace con una persistencia envidiable, con la paciencia amorosa con que sus antropólogos escarban aquí y allá buscando los huesos de los suyos, los huesos de su manada. Los documentos relativos a la dictadura argentina recientemente desclasificados por el gobiern

Relaciones promiscuas

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E n 1982 la historia boliviana dio un giro fundamental: las Fuerzas Armadas resignaron su enquistado rol “tutelar” de la patria, entregando el gobierno de una vez y por todas al país. Fue una relación promiscua la que ambas, sociedad civil y Fuerzas Armadas, sostuvieron a lo largo de la historia. Desde el nacimiento mismo de la patria en 1825 el gobierno pasó de unos a otros cada medio siglo hasta el final de la guerra del Chaco (1935), luego cada 11 y 18 años hasta 1982. Desde entonces han transcurrido 34 años ininterrumpidos de gobiernos civiles. Sin duda es el período más largo sin intervención militar. Fueron promiscuas porque con excepción de poco m ás de una década después de 1880 , cuando el poder civil liderado por la oligarquía minera se propuso verdaderamente conducir el país sin participación militar, el militarismo estuvo siempre vinculado al poder (entonces oligárquico) por delante o por detrás. De ahí que la derrota final de la última dictadura (Garcí

Los muertos no hablan. Y los vivos no quieren

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Sí, es necesaria una Comisión de la Verdad para esclarecer la muerte y desaparición de decenas de personas durante las dictaduras sucedidas en Bolivia entre 1971 (inicio de Banzer) y 1981 (final de Luis García Meza). Pero más urgente es abrir los archivos de las Fuerzas Armadas que, con la anuencia de éste y todos los gobiernos anteriores, se han negado a hacerlo. Impunemente. Sin esta condición previa, ninguna Comisión de la Verdad será posible. Mientras tanto, quiero contarles un pedacito de esa historia. He buscado, he escarbado obsesivamente información al respecto durante tres años intentando saber qué sucedió, qué diablos sucedió, qué carajos sucedió, por favor, específicamente en las minas del llamado Consejo Central Sur. ¿Por qué? Porque he escrito un libro cuyo título es “Crónica de un parricidio” que espero publicar pronto. Decidí retomar un tema que había trabajado muchos años atrás pero que claramente demandaba contar la historia completa con la participación d

El Rey, su mujer, la cocaína y la crónica de una crónica

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El Rey junto a su esposa Aida Levy Advertencia: Los personajes de esta historia son absolutamente reales. Algunos aspectos de su vida indecorosa han sido recogidos en un precioso libro que a modo de crónica muy bien escrita relata esta historia que sí, parece ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera consecuencia. La idea de delinquir no debía espantarle; tenía una buena causa: “promover el desarrollo y sacar a Bolivia de la pobreza” . Así le dijo en 1980 un capo del futuro gobierno golpista a Roberto Suárez Gómez quien, para convencer a su mujer, añadió:   “Los cigarrillos que fabrica la tabacalera Philip Morris y las armas que fabrica Smith & Wesson, que se venden sin ningún control en los Estados Unidos, matan anualmente a más gente que la cocaína” . Justificaba así su decisión de volverse narcotraficante. Un poco para aliviar su conciencia de hombre de dios, otro poco para sacudir la mancha sobre la corona de su apellido monárquico-amazónico, heredero del