Fuck you!





Sí, tú.
No le hablo a Mr. T., sino a ti.
No hablo de Siria y bombas químicas pero sí de un mundo de mierda con demasiados gases tóxicos destrozando niños en vida. ¿No los ves? Aparecen de rato en rato magullados en fotografías de prensa que luego circulan en las redes sociales y tú las miras por lo general sin mirar. Te hieren la sensibilidad. Pasas.

Pero vuelve a suceder una y mil veces sin que nada cambie. ¿Te han golpeado alguna vez? ¿Puedes sentir el dolor de un golpe, un puñete, una mano, un palo que se estrella contra tu cuerpo, te revienta el labio, la cabeza, la espalda? ¿Puedes?

Ellos son niños golpeados de maneras que tú eres incapaz de imaginar y yo incapaz de hacerte sentir con sólo decirte cuánto duele estar atado a una cuerda por los pies colgando del techo mientras te golpean con toda la rabia del mundo o te matan de hambre y tienes siete, ocho, diez años. “Morir era poquitito”. Así me contó una mujer su niñez en el Chaco boliviano. Y así es para miles de niños heridos de violencia para siempre, despojados de niñez amorosa, adultos en cuerpos chiquititos.

No los ves porque son para ti invisibles. Y no los ves porque ya no andan voceando en los minibuses ni duermen como ratas acompañadas de su perro en los recovecos de cerros y matorrales de la ciudad y sus puentes. Ya no. Ahora es peor. ¿Puede haber algo peor?

Los “niños de la calle” ahora son llamados “niñas, niños y adolescentes en situación de calle” siguiendo el protocolo de las oenegés siempre tan precisas en sus siglas de femeninos y masculinos: NNASC. Pero ciertamente no es la formalidad lo que ha cambiado los últimos diez años en la situación de los chicos de la calle sino al revés: son los modos sutiles, esos que suceden en el fondo como cáncer maligno y maloso que no avisa pero crece silencioso hasta aparecer de pronto irreversible. 

Los chicos de la calle ya no duermen en las calles (están “en situación de calle”, precisan las oenegés). Ahora duermen en alojamientos de 3 pesos la noche y a veces 50. ¿Por qué? Tres cosas han sucedido en esta década: más violencia, más drogadicción, más violencia sexual comercial y sus consecuencias.

Gran parte de los chicxs de la calle se ha ido a El Alto (el doble que en La Paz) porque en tanto mayor sea la movida comercial nocturna, más posibilidades tendrán ellos de intentar sobrevivir. Aunque varios todavía trabajan en oficios menores, muchos han optado por el microtráfico de thiner o drogas blandas que les permite pagarse el alojamiento de a luca, noche tras noche. Las niñas -cada vez más niños- están envueltas en la maraña de la violencia sexual comercial con la que financian cama, comida y droga, día tras día en ese círculo maldito. El VIH se ha incrementado, lo conocen y hacen poco o nada. Los servicios de salud los discriminan y entonces se van muriendo. “Soy viudo” dicen a sus 16 años.

Dejaron sus casas a sus siete, ocho, diez años, huyendo de la violencia y en la calle la Policía los agarró a patadas, destrozó el “torrante” donde dormían, violó a las niñas, tiró sus zapatos y les robó la nada que habían robado. Escapando de aquellos intentos por sacarlos de las calles y limpiarlos con cloro como si no existiesen, encontraron ellos nuevas estrategias de sobrevivencia ciertamente más perversas. Por eso, hace rato que ya no funciona eso de ofrecerles casa o comida en tono lastimero. Ellos te invitan a comer porque tienen dinero “fácil” hoy. Mañana, veremos.

Pero no sólo fue la Policía la agresora permanente sino la sociedad entera con su gesto miedoso, asquiento o afligido, cuando lo que ellos pedían era una pizca de atención, un ápice de respeto, un segundo para que te preguntaras por qué estaban en las calles y no en un abrazo, en la escuela, en una sonrisa, en una cama caliente.

Durante casi medio siglo el Estado se hizo al desentendido y pasó la responsabilidad a las instituciones privadas que tienen a su favor más que cifras contundentes: hoy hay menos chicos en las calles, pero los que hay están más jodidos y no se tragan el cuento del final feliz. Día del niño, les dicen. Se dan la vuelta y responden: Fuck you!

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