Entradas

Mostrando entradas de 2011

Panamalo

Imagen
¡Bang! ¡bang!. Viene un tipo, viene otro, luego serán más. Drogas, dólares y mucha sangre. Aquí todos matan a todos. ¡Bang! ¡bang! Una típica película hollywoodense del hampa chicana. Aunque esta vez el escenario es Panamá, la película es panameña y su autor es Panamalo. Panamalo no cuenta su película. La actúa. Tiene ese idéntico gesto de matón de barrio turbio. Cambia su postura sacando un poco la panza, echando los hombros patrás, abriendo los brazos, ostentando un par de pulseras y un reloj demasiado grandes para su estatura. Tuerce los labios hacia abajo, burlón, y habla en un tono Caribe veloz, do mayor, casi ininteligible (por aquí diríamos que tiene una papa caliente en la boca). Los ojos le brillan. Casi, casi quisiera que eso que imagina fuese real. Pronto dirá, enfático: “ES real”. Es más, su protagonista, el malo, el corrupto, es –dice Panamalo - el vicepresidente. No se sabe si se refiere a la ficción o habla del gobierno actual de su país. Aunque al mismo tiempo, y a e

Solteras

Imagen
Antes de que ella se fuese de mi casa, yo tenía un amante a medio tiempo. Cuando ella volvió, un año después, ese amante cumplía ya tiempo completo. Es decir, vivía en mi casa. Era mi pareja. Entonces, ella, Silvia, trabajadora del hogar en mi casa, hermosa mujer, grande y siempre sonriente con un coqueto sombrero floreado que no se quitaba nunca, me dijo: “Yo también me he conseguido marido”. Así, las dos volvíamos a compartir casa y estado civil. Cuando cambié de barrio, Silvia ya no pudo acompañarme porque la nueva casa quedaría muy lejos de la suya, ahora que ella tenía marido con quien dormir. Aunque alguna vez hablamos por teléfono, no la he vuelto a ver y a ratos extraño nuestra vida de solteras y su sonrisa como un sol.

Baratija V

Imagen
Los pies tienen memoria Mi Pie Izquierdo Paso uno. Un día de aquellos que me resisto a olvidar (los masoquismos, quién inventaría) me metí al monte haciendo lo que tantas veces en mi vida. El riesgo me latía pero soy incapaz de decir no. Además, me llevaron como sólo ellos saben hacerlo: dijeron que sería dos horas de camino a pie, cuando en verdad serían dos días de caminata sin parar, en busca de la Machu Coca en Yungas de Vandiola. Mi rodilla, ya maltrecha, no aguantó. En medio del monte donde sólo llegas a pie –y no hay ningún otro modo de comunicarte con el mundo que no sea una mula para salir de allí- no te queda otra que salir de allí… a pie. Fueron dos las operaciones de rodilla, seis meses sin caminar y un año y pico de silencio. Pero lo rico de todo esto es resucitar. Paso dos. Entre muletas nacía un sueño. Publicar la primera revista boliviana de periodismo narrativo.  La rodilla inútil era ciertamente un obstáculo. Agarré las maletas, me f

Baratija IV

Imagen
Dos años de silencio tienen que ser suficientes para familiarizarme con esto y saber que me leen –gracias- y que sus comentarios fueron enviados a algún rincón que acabo de descubrir. Me disculpo y los publico. Nunca es tarde para sorprenderse.

Habana Blues

Imagen
El Malecón es esa larga y hermosa avenida que bordea La Habana a orillas del mar. Una terraza desde donde mirar el horizonte suspirando quién sabe por qué. Aquel diciembre de 1989 cuando estuve yo, la película que acababa de ver mandaba suspirar por los apagones de luz que dejaban a los cubanos atrapados en un ascensor destartalado diciendo, resignados, que “por si fuera poco, vivimos en una isla…” Ya entonces, y a pesar de los esfuerzos del socialismo de Fidel Castro, la crisis que se vivía era algo así como un secreto a voces. Ni bien salías del hotel, decenas de mulatos habaneros te brincaban disimulando pa’ cambiarte dólares o pa’ que les compres un par de zapatos. En la otra esquina, un muchacho corría con el sombrero robado a otro que gritaba su bronca socialista. Por la tarde, en la plaza frente al cine, hacíamos largas filas pa’ comprar un inolvidable helado Coppelia. Fila aquí, fila más allá. No importaba. El Coppelia merecía la espera. La gente allí parecía tener todo el tie

La elegida

Imagen
La madrugada del 28 de enero de 2010, Justa Elena Canaviri Choque se levantó de golpe. Los dolores que había sentido en sus codos 15 días antes confirmaron la sospecha y la desgracia. Va a haber un movimiento de tierra, dijo, y nadie le creyó. La Justa nació a las 13 horas del 13 de agosto del 63. Tras sacudirla dentro del aguayo en su ceremonia de bautizo, su abuelo quiso que le cambiaran la fecha de nacimiento, pero cuando su padre fue a cumplir la orden, el notario se lo impidió. El destino estaba marcado. Ella era la elegida. “Cosas de Dios nomás”, dice ahora la Justa, a sus 48 años, mientras nos muestra lo que queda de su vivienda y recuerda cómo la casa detrás de la suya cayó estrepitosamente al lado contrario y desafiando las leyes físicas dejó la suya en pie. Era la madrugada del 28 de enero en la zona de Huanu Huanuni en La Paz cuando el cerro se vino abajo y dejó 47 moradas bajo tierra. A las 3 o 4 de la mañana, ya no recuerda bien, la Justa vio a su madre allá afuera,